El Día de la Canción Criolla adquirió proporciones míticas tras la muerte de la cantante Lucha Reyes, ocurrida hace 35 años. Así lo informó El Comercio
El Comercio
01 de noviembre de 2008
Por
David Hidalgo Vega
La mitología del criollismo tiene en esa voz uno de sus más grandes misterios. Hay profecías tan fuertes, cabría decir, porque ni antes ni después una intérprete anunció con tanta exactitud su partida de este mundo. Lucha Reyes, estrella dramática de una tradición cargada de signos trágicos, ya era un ícono musical con feligresía propia. Su lirismo criollo ya había inundado los sets de televisión. Sus terremotos privados ya eran parte del imaginario popular. Su nombre ya merecía bronce cuando acuñó el himno de su propia despedida. "Esta será tal vez mi última canción", entonaba en un estudio de grabación pocos días antes del final. La muerte puso un clímax a su celebridad.
Reyes la había labrado sobre la base de una vida tan doliente como sus canciones. Su mito personal le asigna todas las penurias imaginables: que quedó huérfana de padre a los seis meses de nacida, que su madre sobrevivió a ese naufragio lavando ropa ajena, que en lugar de ir al colegio pasó la infancia en busca de caridad por las calles del Callao, que en una época se alimentaba de golosinas, que un incendio motivó el regreso a Lima para dar, como una refugiada, en los guetos jaraneros de Barrios Altos. "En ese ambiente de faites y entreveros, Lucha Reyes fue saturando su espíritu con las melodías criollas de antaño", escribió hace unos años el recordado periodista Víctor Rodríguez Leiva en el libro "Antología de la música peruana".
De todas las biografías castigadas del criollismo, puede que esta haya sido la más cruda. "Cada canción suya significó el desgarramiento de su corazón angustiado", señala Rodríguez Leiva. Porque la lista de penurias acompañaría el descubrimiento de su vocación artística y la perseguiría incluso hasta el apogeo: una versión dice que antes de ser famosa llegó a pedir comida en un convento; una reincidente tuberculosis opacaría luego las regalías de su fama. Ese designio parece confirmado en sus palabras, tras pasar una recaída en el hospital Bravo Chico: "Durante las primeras noches no podía conciliar el sueño y cuando dormía pasaban por mi mente los pasajes de una niñez pobrísima y plena de infortunio".
Dolor y Gloria
Para el tiempo de su muerte había superado un matrimonio fallido, más recaídas complicadas por la diabetes, los altibajos de una profesión sin seguro social. Una racha de buenos contratos en los mejores locales de Lima terminó de consolidar su carrera a inicios de los años setenta, un tiempo en que la política se montó en el carro del arte popular. "La música criolla era el son oficial del nuevo régimen militar y había que anunciarla con muchas cuerdas y percusión", escribe el crítico Fernando Vivas, quien reconstruye esta época en el libro "En vivo y en directo: una historia de la televisión peruana".
La pantalla chica entregaba horarios estelares para los artistas criollos. Estaba "La revista de Edith Barr", "Danzas y canciones" del 'Carreta' Jorge Pérez y Nicomedes Santa Cruz y el legendario "Trampolín a la fama", donde el animador Augusto Ferrando la había consagrado como la nueva estrella del género. Los diarios dedicaban sus páginas de espectáculos a los compositores e intérpretes costeños. En medio de esa corriente, la aparición de "Regresa", su primer disco, había resultado eufórica.
"Para la presentación de este larga duración los directivos de FTA (la disquera) organizaron una fiesta en el hotel Crillón. Lucha Reyes vivió uno de sus momentos más felices", recuerda la semblanza de Víctor Rodríguez Leiva.
Debió parecer que ella no estaba hecha para el sosiego, porque ese relámpago de fama y una apoteósica presentación en el Teatro Municipal hicieron recrudecer por la emoción su diabetes y otros males. Las radiografías detectaron daños en los pulmones, que además le habían afectado el corazón. Una multitud de visitantes la ayudó a recuperarse.
El final
Alguna incertidumbre debía quedarle, sin embargo, porque tiempo después pidió al compositor Pedro Pacheco que le compusiera un tema cuyo título debía ser "Mi última canción". Los amigos más cercanos estaban pendientes de sus problemas de salud, entre otras cosas porque por esos días había faltado al cumpleaños de una allegada. Ella trató de tranquilizarlos con la idea de que estaba por iniciar un tratamiento con un médico de Boston. En una conversación sobre el tema, había regañado a un compañero con la broma de que una artista como ella tendría que morir en el Día de la Canción Criolla.
En 1973 ese día cayó miércoles. Se dice que la artista se levantó con ánimo lisuriento, pero entusiasta. Su primer compromiso era una misa celebratoria en el local de un gremio de artistas. "La popular cantante iba en automóvil, acompañada de uno de sus hijos y de un guitarrista, cuando se puso mal. El viaje a la Sociedad Peruana de Actores se transformó en una carrera de vida o muerte a la Clínica Internacional", informaría El Comercio a la mañana siguiente. "Los médicos solo pudieron certificar su fallecimiento. Un infarto había acabado con su vida y con una de las mejores cantantes del género criollo de los últimos años". Fue noticia principal de portada en nuestras dos ediciones del día.
El Comercio no perdió el detalle de la canción que la cantante había mandado componer con dramática previsión. "Jamás imaginé que esto sería una realidad y a tan corto tiempo", declaró Pacheco, a las puertas de la clínica, en medio de la conmoción. "Imagínense que lo compuse en una agencia funeraria, donde existe una peña", precisó en referencia a un concurrido punto de jarana de entonces, frente al Hospital del Empleado.
Los restos de Lucha Reyes siguieron el inevitable recorrido de tributos póstumos. La primera estación fue el local del club El Sentir de los Barrios. A las siete de la noche fueron trasladados al local de la Casa de la Cultura de Lince. Allí el velatorio fue rebasado por centenares de amigos, artistas y seguidores. La devoción del ambiente adelantaba el impacto emocional del sepelio.
Al día siguiente, 1 de noviembre, el ataúd se deslizó sobre una multitud desgarrada. "Cantando 'Regresa', gran gentío acompañó los restos de Lucha", dijo El Comercio en su portada. "Arrastraron el sepelio familiares de la extinta y un grupo de compositores e intérpretes, quienes a lo largo del cortejo entonaron sentidamente los temas que hicieron famosa a Lucha Reyes".
El séquito doliente llegó a parecer una procesión. "Conmovió el gesto espontáneo de los vecinos de Lima que al paso del cortejo iban uniéndosele, ayudando a formar los cordones humanos para mantener el orden". Entre los asistentes iba un edecán del presidente de la República.
El cementerio El Ángel estaba copado por los fanáticos desde la mañana. Cuando el féretro asomó rumbo a la capilla ardiente, los temas de la intérprete se transformaron en himnos dolorosos. Hubo palabras y oraciones finales. "Hasta el último momento se escuchó el bordonear de las guitarras y las voces de los criollos", narró a El Comercio. Era víspera del Día de los Muertos. La profecía más gris del criollismo se había cumplido.
1 de noviembre de 1973
Hace 35 años la portada de El Comercio dio cuenta del deceso de la artista, cuyo verdadero nombre era Lucila Justina Sarcines Reyes.
La segunda sección del diario amplía los detalles del suceso. Se anota que pocos días antes de morir había grabado el vals "Mi última canción".
2 de noviembre de 1973
La sección de espectáculos comenta la multitudinaria manifestación popular que se registró en el sepelio de la querida cantante criolla.
31 de octubre de 1973
El diario "Afición", editado por El Comercio, informó del fallecimiento esa misma tarde, mientras muchos se preparaban para celebrar el Día de la Canción Criolla.