Fuente original El Comercio
29 de octubre de 2011
Este lunes 31 de octubre el tiempo retrocederá en el Perú. Las guitarras serán afinadas y los cajones lucirán relucientes. Hombres y mujeres llenarán las peñas para celebrar el Día de la Canción Criolla hasta que el cuerpo lo permita. Las canciones de Chabuca Granda y Felipe Pinglo serán entonadas a viva voz. Huellas Digitales viajó en el tiempo para presentar estas imágenes de criollos del ayer.
Un lejano 18 de octubre de 1944 los vates y compositores que crecieron entre guitarras, cajones y poesía, celebraban con algarabía el decreto del presidente Manuel Prado estableciendo el Día de la Canción Criolla.
Lo criollo es expresión preclara de fusión, de mezcla y combinación, esa que se ha expresado en las comidas, los bailes y las canciones, desde la enigmática selva, pasando por los andes y llegando hasta las costas.
Oriundo de Europa, el vals vienés, junto a otros ritmos de origen foráneo como la jota, fueron incorporándose al quehacer musical de las clases criollas, especialmente de la costa, y con mayor énfasis en la capital, donde los sectores obreros lo bailaban y cantaban con un compás mucho más rítmico a principios del siglo XX.
Justamente hace 100 años, en 1911, Eduardo Montes y César Augusto Manrique, el dúo “Montes y Manrique”, grabaron en Estados Unidos alrededor de 90 discos, un conglomerado de composiciones que significaron un hito importante en el crecimiento de esta corriente musical que llegaba con fuerza desde el siglo XIX.
La peña, por definición un “grupo de personas que participan conjuntamente en fiestas populares”, se convierte en el centro de difusión por antonomasia de los temas más conocidos de compositores como Felipe Pinglo Alva, Laureano Martínez, Pedro Espinel y Pablo Casas, entre otros.
En 1978 Oswaldo Andrade, sociólogo y jaranero, abrió la peña La Capilla en la cuadra 7 del jirón Lampa convirtiéndose en refugio para hombres y mujeres con alma y corazón bohemio. Este refugio del criollismo y las noches de jarana de antaño se mudó a una casona miraflorina en la década del 90. En la imagen Pedro Urrutia y David Farfán.
La marinera es otra protagonista de esta festividad, con la cualidad de haber extendido su arte más allá de la costa. De orígenes aún en discusión, pues se habla de influencias africanas, españolas y hasta precolombinas, su baile expresa el cortejo de un hombre a una mujer, con la galantería y lo coquetería como elementos principales.
(Miguel García Medina)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio
Fotos: Archivo Histórico El Comercio